Esos días en que de repente no hay ninguna
razón por la cual preocuparse, no hay motivos para más amanecidas,
investigaciones, trabajos en grupo, proyectos o exámenes. Esos días en los que de
repente te sientes tan tranquilo que todo en la vida te parece ligero. Sonríes
sin darte cuenta, enorgullecido por tu esfuerzo, das un gran suspiro. Has terminado la universidad.
Esa etapa inolvidable de tu vida ha concluido
dejándote hermosos recuerdos, muchas experiencias y amistades. Sin embargo la emoción
de la nueva etapa que está por tocarte vivir te emociona tanto que deja sin
importancia el desprendimiento de ésta previa.
Y como en toda etapa nueva de tu vida, te haces
la siguiente pregunta: “¿Y ahora qué?”. Ahora pues como mi madre decía “Anda
lavando tu terno…”
Confiado de ti mismo, gracias a todos los
ciclos en los que sobresaliste en todas las materias, empiezas a redactar tú
primera o 2 primeras hojas de tu “hoja de vida”. Claro está lo haces de un
modelo copiado y pegado de internet, confiado en que lo que vale más es el
prestigio de la universidad y tus notas.
Paso siguiente, claro, muy importante. Encontrar
ofertas laborales. Revisas detalle a detalle oferta por oferta. Al comienzo
buscas un puesto de jefe, supervisor. Sin embargo no puedes esquivar la
tentación de mirar los puestos gerenciales. Miles de correos van y vienen,
llamadas telefónicas pero muy pocas citas.
Pero entonces llega esa llamada, ni siquiera la
contestas tú, tu hermana te pasa el teléfono diciéndote que te están llamando
de una empresa y la reconoces con solo escuchar su nombre. Una empresa grande
al fin se ha fijado en ti.
Las primeras veces es inevitable no
ilusionarse. La emoción te llena el pecho y te sientes listo para el nuevo reto
de la vida. La señorita, del otro lado de la línea muy contenta te cita un
sábado por la mañana con voz muy amable. Tu oportunidad ha llegado.
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