domingo, 6 de octubre de 2013

Crónica de un programador novato

Esos días en que de repente no hay ninguna razón por la cual preocuparse, no hay motivos para más amanecidas, investigaciones, trabajos en grupo, proyectos o exámenes. Esos días en los que de repente te sientes tan tranquilo que todo en la vida te parece ligero. Sonríes sin darte cuenta, enorgullecido por tu esfuerzo, das un gran  suspiro. Has terminado la universidad.

Esa etapa inolvidable de tu vida ha concluido dejándote hermosos recuerdos, muchas experiencias y amistades. Sin embargo la emoción de la nueva etapa que está por tocarte vivir te emociona tanto que deja sin importancia el desprendimiento de ésta previa.

Y como en toda etapa nueva de tu vida, te haces la siguiente pregunta: “¿Y ahora qué?”. Ahora pues como mi madre decía “Anda lavando tu terno…”

Confiado de ti mismo, gracias a todos los ciclos en los que sobresaliste en todas las materias, empiezas a redactar tú primera o 2 primeras hojas de tu “hoja de vida”. Claro está lo haces de un modelo copiado y pegado de internet, confiado en que lo que vale más es el prestigio de la universidad y tus notas.
Paso siguiente, claro, muy importante. Encontrar ofertas laborales. Revisas detalle a detalle oferta por oferta. Al comienzo buscas un puesto de jefe, supervisor. Sin embargo no puedes esquivar la tentación de mirar los puestos gerenciales. Miles de correos van y vienen, llamadas telefónicas pero muy pocas citas.

Pero entonces llega esa llamada, ni siquiera la contestas tú, tu hermana te pasa el teléfono diciéndote que te están llamando de una empresa y la reconoces con solo escuchar su nombre. Una empresa grande al fin se ha fijado en ti.

Las primeras veces es inevitable no ilusionarse. La emoción te llena el pecho y te sientes listo para el nuevo reto de la vida. La señorita, del otro lado de la línea muy contenta te cita un sábado por la mañana con voz muy amable. Tu oportunidad ha llegado.

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